sábado, 13 de noviembre de 2010

Los niños que fuimos

Se me empapa el silencio
con los ecos de las voces
de los niños que fuimos.

Se pierden
hasta desvanecerse en las galerías,
resonando desde el pasado.

Encías desnudas,
ratoncitos nocturnos,
guerras de piedras,
saltos, carreras, escondites,
retos...secretos,
alejados de los grandes,
bordeando las normas.

Sangre, barro...
bichos.
Amigos, hermanos...
de dedos cortados.

Sueños,
envueltos en capas rojas,
luchas de espadas,
tibias, calaveras,
puntas de flecha...,
nadie queria ser el malo...

Catapultando los sueños
hasta lo más hondo del cielo.

Transformar la mente

Cuando medito puedo transformar la mente de insatisfacción en liberación e Iluminación. Necesito purificarla de impresiones negativas para sanarla y fortalecerla creando una reserva de energía positiva.
Gracias al poder de la familiaridad, mi mente se acostumbra a nuevas formas de pensamiento y percepción, y se produce la transformación.
Tomo la decisión de ser más consciente en mi vida cotidiana y poner en práctica todo lo que aprendo.
Mi mente es un instrumento, una herramienta.
El parloteo mental constante produce un serio desgaste de mi energía vital.
Pensamiento y conciencia no son sinónimos. El pensamiento es un aspecto de la conciencia. El pensamiento no puede existir sin la conciencia pero la conciencia no necesita del pensamiento.
En el estado avanzado estoy libre del diálogo interno involuntario y vivo en la quietud interior.
Cuando la mente conecta con la Inteligencia Superior, se convierte en una maravillosa herramienta. Está al servicio de algo mayor que si misma.
Los agregados de la existencia (cuerpo, mente, ego..) surgen y desaparecen, pero al no identificarme con ellos ni creer que son míos o yo misma, no muero con ellos ni me hacen sufrir.
La impermanencia de las cosas y de mi misma (como existencia actual) es la llave que lleva a mi mente a ver otras facetas de la experiencia.
La atención es esencial. Soy consciente de mis estados y conozco las causas por las que surgen y también soy capaz de reconocer algo que se encuentra más allá de la mente.