lunes, 2 de mayo de 2011

Situación de la familia del enfermo, 1

En lo que a las personas de apoyo se refiere, a los dos o tres meses de atender al enfermo empieza a aparecer un problema especialmente insidioso. Es relativamente fácil hacer frente a los aspectos externos, físicos y evidentes de la atención. Basta con reorganizar tu jornada de trabajo o hacer lo que tengas que hacer como persona de apoyo para cuidar físicamente del ser querido. Estas actividades pueden ser más o menos complicadas pero las soluciones son bastante obvias: encargarte tu mismo del trabajo adicional o delegarlo en otra persona.


Lo que es más difícil para la persona de apoyo es la confusión interna que empieza a acumularse en los niveles emocional y psicológico. Esa confusión presenta dos aspectos, uno privado y otro público. En la faceta privada, empiezas a darte cuenta de que, por muchos problemas que puedas tener a nivel personal, todos ellos palidecen en comparación con el del ser querido que padece cáncer. Así que durante semanas y meses enteros arrinconas tus problemas y dejas de hablar de ellos. No quieres preocupar al ser querido, no quieres complicarle más las cosas y no dejas de repetirte internamente: “Bueno, por lo menos yo no tengo cáncer así que mis problemas no pueden ser tan graves”.


Pero al cabo de unos meses, la persona de apoyo comienza a darse cuenta de que, aunque sus problemas sean insignificantes, ello no significa que vayan a desaparecer. Es más, de hecho los problemas se agravan, porque ahora tienes dos problemas: el problema original más el problema adicional que supone no poder expresarlo y así encontrarle una solución.


Entonces comienzas a volverte un poco raro. La ansiedad te carcome lentamente y te tomas alguna que otra cerveza de más. Empiezas a explotar en momentos inadecuados, te enojas con frecuencia, sales de la habitación dando un portazo, tiras cosas al suelo. Hay momentos en los que quisieras morir, hay momentos en que quisieras que muriera el ser querido. El fantasma de la muerte comienza a flotar en el ambiente y la cólera, el resentimiento y la amargura permanecen al acecho y te sientes culpable por abrigar todos esos oscuros sentimientos.


KEN WILBER - GRACIA Y CORAJE - ED. ALFINLIBROS

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